Admirar, festejar, orar, recordar
COMPARTIR
TEMAS
Se han ido invadiendo todos los días del calendario.
Se ha tomado el día como una unidad de celebración. Se invita a la comunidad a destinar un día a algo o a alguien. Puede ser una revolución o la victoria de una batalla, una independencia o un gran aniversario. Pero también se señala un tipo de persona. Los abogados, los arquitectos, los médicos, los niños, las mujeres, los abuelos, etc. Y en la lista están también las madres.
Un periódico mexicano inventó el 10 de mayo. En el país del norte se ha escogido el primer domingo del mismo mes para llamarlo el Día de las Madres. Y acá hay mañanitas tempraneras desde la calle. Y hay regalos y, claro, abrazos y besos. Se prepara una comida especial con asistencia de todos.
En los templos se celebra una misa especial en que las madres ofrecen flores y reciben un obsequio. No pocos van a restaurantes a disfrutar menús de fiesta y ahí las madres son agasajadas.
No faltan los eventos oficiales multitudinarios en que se acostumbra un bocado y un regalo, además de los bailables y las recitaciones de niños y niñas.
El 10 de mayo es el Día de las Madres. De todas la madres. De las madres solteras, de las madres viudas, de las madres dejadas o divorciadas. De las madres adolescentes y de las madres presas. De las madres de migrantes y de hijos desparecidos. De esas maravillosas madres, fecundas espiritualmente, que adoptan pequeños y les dan un hogar.
Concepción, gestación, alumbramiento, lactancia y acompañamiento en niñez, adolescencia y juventud y en la edad adulta conyugal de los hijos, la ternura de abuela son etapas sucesivas de la maternidad.
Hay vida gloriosa de madres que dejaron hijos en el camino de la vida y que en el día de la fiesta las recuerdan viendo fotos, diciendo plegarias, encendiendo un cirio y dando su nombre en un acto litúrgico comunitario.
En casas de reposo, mujeres ancianas reciben la sorpresa de una visita siempre esperada o recuerdan tiempos en que las rodeaban los hijos pequeños con una flor en la mano y les daban un beso.
En las calles marchan madres que siguen buscando a los hijos que un día no volvieron a casa. No hay noticias pero siempre hay esperanza. No pueden decir ¡ya! Parece que nada basta sin reencuentro. Lamentan, exigen, reclaman, protestan... y quienes no encuentran cómo ayudarlas, sólo aprenden a comprender...
El dolor del alumbramiento es el amor del dolor que se pone al servicio de la vida. Cada madre de la tierra es un gran misterio, y un testimonio –logrado o frustrado– de un amor incondicional que se dirige al encuentro con su fuente, sin ausencias ya, pleno y sin término...