Amistad civil posible
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Si se olvida la caligrafía, nos quedamos con los garabatos.
Si se olvida la entonación de la voz, todo es desafinación.
Cuando no se visualizan los tipos ideales se multiplican las deformidades y los esperpentos.
La expansión de las deficiencias, de las omisiones, de la inobservancia y la delincuencia causa una sensación de permisividad viciosa, de conformismo indiferente en una sociedad.
Se requieren siempre los modelos. Las maquetas imaginativas y los planos reguladores que eviten el voluntarismo improvisador y caprichoso en la construcción de estructuras que deberían ser aptas para la convivencia sana.
Se puede leer en la Carta Encíclica “Paz en la Tierra”: “El significado profundo de la convivencia civil y política no surge inmediatamente del elenco de los derechos y deberes de la persona. Esta convivencia adquiere todo su significado si está basada en la amistad civil y en la fraternidad.
“El campo del derecho es el de la tutela del interés y el respeto exterior, el de la protección de los bienes materiales y su distribución según las reglas establecidas. El campo de la amistad, por el contrario, es el del desinterés, el despego de los bienes materiales, la donación, la disposición interior a ver las exigencias del otro. La ‘amistad civil’ así entendida es la actuación más auténtica del principio de fraternidad, que es inseparable de los de libertad y de igualdad. Se trata de un principio que se ha quedado en gran parte sin ser practicado en las sociedades políticas modernas y contemporáneas, sobre todo por el influjo ejercido por las ideologías individualistas y colectivistas”.
Es obvio que una comunidad está sólidamente fundada cuando tiende a la promoción integral de la persona y del bien común. En una situación así el derecho se define, se respeta y se vive también de una manera solidaria y sin descuidar la dedicación a los ciudadanos que más requieran atención.
En los tiempos bisagra, en que se da un cierre y una apertura, se requiere no caer en ramplonerías de desahogos hirientes.
En un clima sano de amistad civil los hechos, los acontecimientos y la objetividad se vuelven caminos para encontrar justicia y verdad.
No es el espíritu de competencia, cuyo resultado es siempre ganadores y perdedores, lo que genera la mejor actitud en tiempos de otorgar un nuevo mandato ciudadano para el bienestar de todos. La victoria es la participación sobre la abstención y lo jurídico necesario ha de ser manejado por personas confiables capaces de un dictamen certero y apegado a la realidad.
Que sin nublar el derecho, la amistad civil se apoye en el denominador común de respeto al mandato de los que señalaron, con su votación, a quienes serían los tripulantes de la siguiente navegación hacia el puerto de un Estado de convivencia civilizada y complementaria, enriquecida y no lastimada con las diferencias...