El dedo y el botón
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El molcajete queda guardado y se conecta la licuadora.
La máquina de escribir se va a la bodega y se usa el teclado del computador. Las cartas enviadas por correo, en sobre con estampilla, quedan obsoletas y se activa el correo electrónico, el mensajero, el tuit, “juat” y el inbox feisbuquero. La billetiza y la feria metálica son discriminadas por la tarjeta de plástico; de crédito o de débito. Hay una progresiva robotización. Las acciones humanas han pasado de las manos a las herramientas. Y las herramientas han acelerado su automatización.
Podría hablarse de una civilización digital pero en el sentido de que todo tiende a accionarse con un dedo. El trabajo artesanal, manual, de acción directa e inmediata, ejercitado con habilidad creciente; se reduce ahora a poner en marcha la máquina que hace todo apretando un botón con un dedo.
Tiene la cabeza alargada, sus brazos terminan en tenazas, sus movimientos son zigzagueantes, tiene un solo ojo de buen diámetro, sus pasos son cortos y acompasados. Es un robot. Se intenta que supla acciones humanas. En las fábricas del primer mundo la robotización está superando a la mecanización automatizada. Se disminuyen los empleos porque la actividad robótica se ha perfeccionado. Ya en Japón se fabrican robots para tareas domésticas de recámara, de cocina, de aseo general casero.
Los estudiantes mexicanos han ganado trofeos en el extranjero por su ingenio y destreza para diseñar y construir unidades robóticas que han sorprendido y vencido a los competidores de otras naciones. Esta ciudad, por sus participantes distinguidos, se ha escogido para ser pronto el centro de una convención robótica mundial.
Por algunas calles de ciudades europeas circulan ya, en período experimental, automóviles sin chofer. No pocos estudiantes universitarios no asisten ya a las aulas porque tienen la pantalla de diversos tamaños en que pueden tener una clase virtual. Es posible hacer preguntas, ver al instructor y recibir respuestas. Se habla exageradamente de una inteligencia artificial más informada y ágil para dar resultados confiables. El ajedrecista decía en su entrevista cómo una aplicación de computadora, en alto grado de dificultad, le había ganado nueve juegos de diez.
No podemos imaginar una política robotizada y nos parece ciencia ficción que, en un futuro cercano, sean robots quienes realicen actividades administrativas y hasta financieras para evitar la terca corrupción de funcionarios humanos.
No sabemos hasta dónde llegará el tsunami robotizante. No es deseable que invada lo deportivo. Los tataranietos de alguien podrían ser espectadores, en estadio tecnologizado, de una copa mundial con un futbol en que equipos de robots metieran goles espectaculares y lograran prodigiosas atajadas de portería.
Dedo alargado y yema encallecida podrá ser la característica de una humanidad experta en apretar botones. La supresión de ejercicio y esfuerzo podrá aportar una generación en que el ocio, el desempleo con salario automático y la delegación de habilidades, prepare una decadencia o provoque una recuperación de humanismo integral con tecnología dosificada…