El poder del perdón
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Liberarse del odio y el rencor que dejan las tragedias humanas nos hace mejores personas y nos acerca a Dios
“El genocidio fue espantoso, terrible, y fue una experiencia que me permite hablar no del horror, sino de las lecciones aprendidas: del perdón”, explica Ilibagiza, y agrega: “Antes sólo tenía pensamientos de rabia, dolor, venganza. Mataron a mis papás, a mis abuelos, a mis hermanos y primos. Quería ser soldado. Entrenarme. Matar. Me sudaban las manos de la ira. Y ahí empecé a pensar en cómo sonreía antes de que todo ocurriera. Entonces lo consideré un regalo de Dios. El perdón es una de las principales lecciones que aprendí. Ahora soy mejor persona”.
Estas son las palabras de Ilibagiza Immaculée.
Tal vez algunos podrán recordar las más escalofriantes imágenes televisivas de 1994: miles de ruandeses vagaban por la selva, huyendo hacia ninguna parte entre cadáveres mutilados con machetes. Imágenes de terror que evidenciaban lo peor del ser humano.
El día en que se conjuntaron odios añejos fue el 6 de abril de 1994, cuando el presidente de Ruanda murió en un accidente aéreo; el gobernante era de la etnia extremista hutu, entonces se pensó que los rebeldes tutsi, de la etnia minoritaria, fueron los responsables del accidente. De inmediato se prohibió a todo tutsi abandonar el país, comenzando así el infame genocidio.
UN PARAÍSO VUELTO INFIERNO
Fueron masacradas, por el ejército ruandés y gran parte de la población ruandesa de la etnia hutu y en sólo 100 días, más de 800 mil personas. Y lo más delicado, lo incomprensible e imperdonable radicó en que la comunidad internacional intervino tardíamente: sólo después de la consumación del genocidio. ¿Hacia dónde miraba el mundo mientras hachas y machetes, sedientos de sangre, aniquilaban indiscriminadamente a niños y mujeres?
EL ESPACIO DE UNA GRIETA
En relación a esa remembranza, durante esta semana, he leído un libro que verdaderamente me dejó una impresión tan profunda que me ha inquietado el espíritu, me refiero a la historia –contada por una extraordinaria sobreviente– de este genocidio, del holocausto en donde la violencia, el terror y el desprecio hacia las personas de todas las edades y condiciones llegó a límites sencillamente imposibles de imaginar.
“Sobrevivir para Contralo” es una historia que narra el drama y la crueldad que los humanos somos capaces de inducir a nuestros semejantes; pero también habla del espíritu de sobrevivencia, del amor que surge ante la adversidad, de la solidaridad de propios y extraños, de la capacidad de resistir, mediante la fe, ante las realidades adversas, extremas.
Es una historia que recrea eso que Sabato sentecia: “a la vida le resta el espacio de una grieta para renacer, porque los humanos sabemos hacer de los obstáculos nuevos caminos”.
MUY PERSONAL
El libro fue escrito por Ilibagiza Immaculée, mujer ruandesa galardonada en 2007 con el reconocimiento “The Mahatma Gandhi de la Paz”. Precisamente de la etnia tutsi, católica y universitaria, quien vivió escondida por más de 91 días, junto a otras siete mujeres, también tutsis, en un espacio reducidísimo: un cuarto de baño en la casa de un pastor, de apenas un metro de ancho por uno veinte de largo.
Sobre todo es una narración en la cual Immaculée comparte la situación absolutamente límite que padeció y la manera en que, paulatinamente, descubre, mediante la oración, el poder del amor, la compasión y el perdón.
UN DÍA A LA VEZ
Las mujeres aprendieron a sobrevivir cada segundo, lloraban en silencio al saber que familias completas habían sido exterminadas por sus propios vecinos, conocidos o compañeros de trabajo y de escuela. Padecieron angustia extrema al percatarse que la traición y el espionaje se volvieron el común denominador para lograr el gran objetivo: matar al 100 por ciento de la población tutsi.
Se mantenían informadas gracias a que el pastor colocaba un radio fuera del baño, ahí escuchaban las noticias de la BBC que anunciaba diariamente el incremento de la muerte y el terror.
Las mujeres no se atrevían a emitir ruido alguno, por temor a ser descubiertas, se comunicaban entre sí mediante señas que se hacían con las manos. El pastor, a discreción, les proveía alimento (por seguridad, las sobras de sus propia familia) y agua. En fin, estaban en una cárcel que les brindaba vida.
¡MILAGRO!
Immaculée luchaba todos los días contra un odio que intentaba posesionarse de su corazón; de hecho, la sed de venganza abordaba impíamente su corazón. En su claustro, maldecía su propia existencia, revelándose contra Dios.
Un día llegaron a la vivienda los asesinos hutu con la intención de buscar a Immaculée porque, de alguna manera, sospechaban que ahí se escondía. Ella, al escuchar el alboroto, se le ocurrió rezar el rosario en silencio. Así empezó a tener una comunicación directa con Dios, teniendo inclusive diversas revelaciones que le permitieron salvar su vida.
Los homicidas se fueron milagrosamente sin intentar entrar a ese baño, ¡sólo una endeble pared dividió la vida de la muerte! Gracias a esta fe también pudo reponerse de las enfermedades que le generó el cautiverio.
Empezó a leer la Biblia diariamente, y fue a través de la Palabra como ella hizo vivo en su espíritu el poder del perdón. Comprendió que al salir de ese baño, cuando recuperara su libertad, no podría vivir con odio y rencor.
LA TRANSFORMACIÓN
Es también la historia de una enorme lucha interna, de una travesía de hacia la paz, hacia la conquista de la espiritualidad: Immaculée al rezar el Padre Nuestro se sentía mentirosa e hipócrita. “Era inútil, mis oraciones se sentían vacías. Había comenzado una guerra en mi alma y ya no podía seguir orándole a un Dios de amor con el corazón lleno de odio”.
Así empezó su transformación: “sin detenerme hasta tarde en la noche, todo el día siguiente, al otro día y así sucesivamente, oré toda la semana, apenas comiendo o tomando agua”,
finalmente, después de una feroz lucha consigo misma, pudo decir “perdónalos porque no saben lo que hacen”. Bien decían los latinos “un abismo llama a otro abismo”, en su caso el abismo de la tragedia hizo surgir al abismo profundo de la fe, de una penetrante convicción.
‘TE PERDONO’
Los hutus fueron derrotados, cuando fue liberada se enteró de que toda su familia había sido asesinada, sus abuelos, padres, hermanos, primos, sólo un hermano le sobrevivió.
Supo que uno de sus vecinos hutu había sido el asesino de su familia, al saber que se encontraba preso, acudió a prisión a visitarlo. Su reacción fue desafiante, pero ella, con toda calma y sinceridad, le dijo “te perdono”, en ese momento sintió una paz en su alma.
Ella se liberó del odio y del rencor, encontrando su paz y fortaleza en Dios. El asesino sólo inclinó su cabeza. El cuidador de la celda, un tutsi, le recriminó que ella perdonara al asesino de su familia. Años después volvió a reencontrase con ese celador y él le comentó cuánto había cambiado su vida por aquella lección de perdón.
Hoy Immaculée trabaja en la ONU, vive en los Estados Unidos con su esposo y sus dos hijos. Parte de las utilidades recaudadas por la venta de su libro es destinada a la Fundación Benéfica de Sobrevivir para Contarlo, la cual ayuda a los niños de África a llevar una mejor vida.
SIN DUDA
El papa Francisco comenta: “ofrecer el testimonio de la misericordia en el mundo de hoy es una tarea que ninguno de nosotros puede rehuir. El mundo necesita el perdón; demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban el odio, incapaces de perdonar, arruinan su propia vida y la de los demás, en lugar de encontrar la alegría de la serenidad y de la paz”, y ese es, precisamente, el mensaje de Immaculée, el cual también me recuerda las palabras de Viktor Frankl: “no depende de nosotros cambiar una situación, el reto es cambiarnos a nosotros mismos”. Creo que esta sentencia es un reto constante en nuestras personales vidas, sobre todo cuando de perdonar se trata (recomiendo: http://www.immaculee.com.ar/).
cgutierrez@itesm.mx
Programa Emprendedor ITESM Campus Saltillo