Evolución ciudadana
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En tiempo de cambios acelerados se requieren destrezas de supervivencia.
Unos ciudadanos pueden ser atropellados por los avances desbocados. No pocos quedan peligrosamente estacionados y no faltan quienes optan por la regresión involutiva. Aquéllos se despistan emocionados por la velocidad, pero avanzan con rumbo perdido. Los de más allá tuvieron accidente y quedaron impotentes al borde del camino. No faltan quienes avanzan lentos, ensordecidos por clarinazos de protesta, incapaces de acelerar.
La urbe y la ciudad son el ámbito de lo urbano y lo ciudadano. La ciudadanía es una condición de la que derivan derechos básicos y obligaciones concomitantes. En tiempos tormentosos en que se desatan las turbulencias, va brotando una tipología de ciudadanos que respiran el ambiente urbano cada día.
Los hiperinformados devoran en diagonal los títulos de noticias periodísticas y captan, con lectura rápida, los textos editoriales. Conducen el automóvil con la radio encendida en estaciones noticiosas. En el lugar de trabajo, el teléfono celular los distrae con alarmas audibles y sus ojos se van a la pantalla para estar enterados de lo acaecido en la última hora. Ven en casa las imágenes televisadas de múltiples sucesos. Quedan ahogados e indigestados de información cada día.
En contraste, los evadidos no quieren saber nada. Toda noticia es desastrosa, con amarillismos de escándalos y horripilancias. Su evasión les priva de informarse y de estar al día.
Los adaptados son los que se acostumbran a las situaciones caóticas, a las masacres repetidas, a los crímenes y a los fraudes abusivos con callos en la sensibilidad y concha de tortuga que los deja siempre impávidos.
Los concentrados están en lo suyo. No están arreglando el mundo, sino el metro cuadrado en que viven, con el solo horizonte de su especialidad o su opción preferencial.
El ciudadano contemporáneo requiere tener maestría en el ajuste oportuno y en la dosificación. El ajuste evita obsolescencias y disfuncionalidades. Y la dosis pone medida para evitar excesos o carencias.
Necesita paz interior, con una fe que lo proyecte hacia lo trascendente. Necesita una presencia en el ahora, que le impida ser un fugitivo siempre lastrado por lo ya vivido e ilusionado o temeroso de lo que vendrá.
La recta y equilibrada evolución ciudadana lleva a que cada uno pueda curar en sí mismo todos los contagios que tenga de lo mismo que condena en quienes reciben su mandato para orden, seguridad y prosperidad común.
Si el ciudadano no evoluciona, la autoridad se condena a una devaluación progresiva y demoledora. ¿Que tiene qué hacer el ciudadano para que el ejercicio de la autoridad no sea vicioso?...