Galas –y gala– de Saltillo
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“Quien a lo suyo se parece la gala merece”, dice un antiguo proverbio castellano que encomia a quien hace honor a sus orígenes. Yo tengo a orgullo hablar bien de mi ciudad en todas partes a donde me lleva el deleitoso oficio de juglar en que me ha puesto la generosa vida. Soy como un hijo agradecido que encomia las virtudes de su madre al tiempo que oculta con filial piedad sus fallas y defectos.
Unas y otros, lo sé, tiene Saltillo. Conozco saltillenses que llevan más de medio siglo hablando mal de su ciudad y asegurando que en la primera ocasión huirán de ella para ir a refugiarse en Timbuctú, por ejemplo, donde se puede vivir mejor que aquí. Pero esa primera oportunidad nunca les ha llegado, y siguen aquí los maldicientes maldiciendo y diciendo mal del sitio donde miraron la primera luz.
Yo represento el otro extremo, y lo represento en forma extrema. De Saltillo no he recibido nunca sino beneficios, y entonces procuro corresponder a sus favores con mis palabras y –sobre todo– con mis hechos, pues obras son amores y no buenas razones. Cuando alguien dice algo que no favorece a mi ciudad yo salto a defenderla como si me hubieran clavado una aguja en una nalga. Eso hice, por ejemplo, la vez que el Cronista de Monterrey, don Israel Cavazos Garza, que de Dios goce, dijo en público de la gente un desacato en relación con la fama de ciudad culta que tiene mi ciudad. En esa ocasión escribí esto:
“El pasado jueves don Israel Cavazos Garza, cronista ilustre de la ciudad de Monterrey y conocedor el más grande que tiene la historia del Noreste, presentó en Saltillo un libro.
La presentación de don Israel fue, claro, un despliegue de sabiduría –la sapiencia se da por sabida en el maestro–, pero fue también una deliciosa improvisación llena de gracia y de gracejo y matizada con rasgos de bonísimo humor que encantaron al numeroso público.
Decía Ortega y Gasset (y si no lo decía él lo digo yo) que la claridad es la cortesía del filósofo. Igual se puede decir que la amenidad debería ser la cortesía de los historiadores. Sucede por desgracia que muchos discípulos de Clío son más serios que un puerco meando –esa expresión la oí en Tabasco–, y hacen de sus disertaciones una sustancia hipnótica letal.
Don Israel Cavazos Garza es prueba de que se puede hablar de historia al mismo tiempo con profundidad y galanura. Sin embargo una gota de acíbar cayó inesperadamente en aquel vaso gratísimo. Dijo el cronista regiomontano que le parece exagerada la expresión que designa a mi ciudad, Saltillo, como ‘la Atenas de México’.
Con todo respeto para la sabiduría, claridad de pensamiento, rectitud de juicio, prodigiosa memoria, talento eximio y demás insignes virtudes del distinguido historiador, cualidades seguramente obtenidas por ósmosis de su señora esposa –que es saltillense–, yo dije al final de su disertación que quería manifestarle a don Israel que el año pasado estuve en Grecia, y me enteré con gran satisfacción de que allá se conoce a Atenas como ‘el Saltillo de Europa’. La risa de la gente, y la del propio don Israel, alivió el escozor que sus palabras habían provocado entre los quisquillosos saltillenses”.
Hagamos gala siempre de nuestra ciudad. Eso nos engalanará.