La vida es hermosa
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Alice Herz-Sommer, sobreviviente del Holocausto, fue una melómana que aún a sus 108 años siguió tocando el piano y transformando todo lo negativo a positivo
“La vida es bella, tienes que estar contento de poder admirarla. Debemos estar agradecidos por estar vivos. En cualquier parte que mires hay belleza”. Estas son palabras de Alice Herz-Sommer (1903 - 2014) que a la edad de 108 continuaba siendo una auténtica sobreviviente.
Su personalidad fascinante hoy ofrece extraordinarias lecciones a un mundo en donde las vidas de millones de personas han sido tocadas por el pesimismo, el odio y la desesperanza. Alice fue una mujer que tuvo la maravillosa capacidad de transformar lo negativo en positivo, el odio en generosidad, la tristeza en alegría, la música en un canto de libertad y amor.
Alice solía decir “el mundo es maravilloso, lleno de belleza y repleto de milagros. Nuestro cerebro, la memoria (…) y qué decir del arte y la música… Es un milagro”. Esta inmensa mujer fue sobreviviente del holocausto (de 1943 a 1945, los pasó en el campo de concentración de Terezin, junto a su marido y su pequeño hijo), de ese infierno que cubrió de oscuridad el corazón del ser humano, pero también lo alumbró de compasión y actos heroicos.
Su optimismo, su pasión por la música y la fe en ser humano le permitió llevar una existencia productiva, y todo esto a pesar de los horrores que padeció, pues ella vivió las más terribles experiencias que cualquier optimista pudiera soportar y siempre salió victoriosa.
Sobrevivir
Particularmente la música le ayudó a sobrevivir de los nazis, en ese tiempo de guerra en el cual millones de personas vivieron permanentemente en un infierno, en holocaustos personales.
A los 108 años todos los días aún tocaba el piano y solía entretener a sus amigos. Alice sencillamente fue una persona optimista.
A su avanzada edad aún nadaba todos los días. Su rutina diaria incluía tocar el piano tres horas a partir de las 10 de la mañana. Siendo una pianista virtuosa no podía creer la suerte que tenía de seguir tocando, además su memoria siempre permaneció intacta; de hecho, todos los días empezaba tocando a Bach antes de pasar Schubert y Beethoven.
Larga vida
Alice nació en Praga en 1903, en el seno de una familia de descendencia judía con gran sentido musical; de hecho su madre fue amiga de infancia del inigualable compositor Gustavo Mahler.
Alice aprendió a tocar piano desde muy pequeña, cuando cumplió 21 años debutó como solista en la orquesta filarmónica Checa, después de haber sido alumna de un pupilo de of Liszt: Conrad Ansorge.
En 1931, se casó con Leopoldo, también músico, quien hablaba cinco idiomas, vivían felices y el futuro de la familia se avizoraba promisorio, pero su vida cambió cuando los nazis invadieron Checoslovaquia en marzo de 1939 y establecieron las más inhumanas restricciones a los judíos como lo fue, entre otras, el tener que portar en sus atuendos la estrella de David como símbolo de pertenecer a una raza inferior.
Para los judíos nada estaba permitido, de hecho, cuenta Alice, “tuvimos que deshacernos de todas nuestras pertenencias, así de pronto la pobreza y el hambre arribaron a nuestras vidas. No podían ni siquiera establecer conversación con sus amigos no judíos.”
Optimismo a toda costa
En este tiempo las deportaciones iniciaron siendo su madre, de 72 años, la primera de la familia en ser llevada a los campos de concentración, después en el verano del 43, le tocó el turno a Alice, a su hijo de 6 años y a su esposo Leopoldo (quien murió en uno de los campos).
La vida en el campo era sombría y mandaba mensajes de la crueldad alemana, por eso los nazis montaron un falso escenario en donde privilegiaron el arte y esplendor de la música para hacer creer al mundo, a través de los observadores e inspectores de la cruz roja, que las condiciones de los judíos eran adecuadas, que se respetaba su dignidad humana. Por tanto, organizaron orquestas para ofrecer recitales.
Alice fue seleccionada como pianista ofreciendo numerosos conciertos, a una audiencia enferma y desesperanzada, situación que, paradójicamente, a pesar de la terrible hambre que padecían y de no tener las fuerzas para tocar, salvo la vida de su familia.
Meses antes de la eminente derrota nazi, su familia fue enviada a otro campo de exterminio, allí fue separada de su marido a quien jamás volvió a ver.
A pesar del infierno ella pudo distinguir la bondad en algunos nazis como es el caso de uno llamado Hermman – según recuerda Alice – que le regalo unos panecillos y comentó antes de ser enviados a los campos: “Espero que regrese con su familia. No sé que decirle.
Disfrutamos su música”, para ella este nazi fue el más humano de todos.
En sus palabras: “Cuando conoces la historia – guerras y guerras y guerras – sabes que las nacemos mitad buenos y mitad malos, y existen situaciones cuando aflora lo malo y situaciones cuando sale lo bueno”.
EL DON DE ALICE
En una ocasión le preguntaron a Alice si acaso tenía un don particular a lo que contestó: “yo tenía una hermana gemela – misma madre, mismo padre, misma educación – ella era extremadamente dotada, pero terriblemente pesimista, yo era lo contario. Esta es la razón por la cual he llegado a esta edad. Busco por las cosas agradables de la vida. Sé de las cosas negativas, pero yo veo las positivas.” Y esto fue también lo que hizo para sobrevivir a los nazis.
“Yo nunca hablé del holocausto porque no quería que mi hijo creciera con odio, porque el odio genera más odio. Y fui exitosa. Mi hijo tuvo excelentes amigos alemanes con quien tocaba música y lo apreciaban. Yo nunca, nunca odié a nadie (…) entiendo que cuando se vive una situación terrible se necesita esperanza”.
APRENDIZAJE PERMANENTE
Su hijo, también un chelista excepcional, murió en el 2001 a la edad de 65 años, siendo él quien la llevó a vivir a Inglaterra cuando tenía 83 años, en donde se inscribió en la Universidad de la Tercera Edad, para estudiar filosofía e historia del judaísmo.
Ante la muerte de su hijo Alice encontró cobijo en el piano y en el trabajo: “amo trabajar, el trabajo es el mejor invento. El mejor. Tocar el piano es aún una disciplina. Te hace feliz contar con algo. Lo peor es el aburrimiento. El aburrimiento es peligroso”.
A los 108 años expresaba: “la vida es hermosa, extremadamente hermosa. Cuando eres viejo esto lo aprecias más. Cuando eres viejo piensas, recuerdas, te importa y aprecias. Eres agradecido por todo. Por todo”.
De alguna manera los logros de Alice en la música, la literatura y la filosofía permitieron a esta extraordinaria mujer comprender y perdonar las atrocidades de la humanidad. Su pasión por la vida y el amor por sus semejantes le brindaron vitalidad a su existencia y la sabiduría de celebrar continuamente el esplendor del espíritu humano.
Alice permanentemente amó a las personas que se cruzaron en su larga existencia, a ella le interesaba genuinamente saber de sus vidas, de sus emociones y logros. Hasta su muerte vivió en compañía de sus amigos, de su música (su Dios), por estas razones siempre se sintió una de las personas más afortunadas del mundo, por eso para ella cada día era un milagro.
A toda costa
Alice solía decir: “No importa lo malas que puedan ser las circunstancias, tengo la libertad de elegir mi actitud de vida, incluso para encontrar dicha. El mal no es nuevo. Depende de nosotros cómo tratemos con el bien y el mal. Nadie nos puede quitar ese poder. La música me salvó la vida. La música es mi Dios”.
Alice amó la existencia con todas sus fuerzas. Su optimismo, esperanza y la manera de transformar el odio en amor son lecciones permanentes que bien nos vendría aprender para comprender que, a pesar de las dificultades y los ocasos, la vida es hermosa; para ello bien nos vendría aprender el secreto de la vida de Alice: “el optimismo, y mirar el lado bueno de las cosas”.
Tal vez todos los días pueden ser ordinarios, pero el hecho de poder vivirlos y experimentarlos los vuelve fuera de serie, hermosamente extraordinarios.
(Recomiendo:http://www.youtube.com/watch?v=VOzWzrpQAE8&feature=youtube_gdata_player y el libro: A Garden of Eden in Hell: The Life of Alice Herz-Sommer)
cgutierrez@.itesm.mx
Programa Emprendedor
Tec de Monterrey Campus Saltillo