Mirador 03/06/17
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Los aguaceros de mayo llegaron al Potrero en junio.
Cuando apareció la luna nueva, uñita de luz en la oscuridad del cielo, venía inclinada como jicarita que derrama su agua. En esa señal vimos la promesa segura de la lluvia.
Ha llovido y llovido lo que en muchos meses no había llovido. El arroyo, que ya no recordaba que era arroyo, va lleno hasta los bordes. El nivel de la noria en el corral ha subido hasta que casi podemos tocar el espejo de las aguas. Y las oscuras nubes, y el lejano trueno, y el sonoro relámpago nos dicen: “Esperen, que todavía falta más”.
Ha bebido la tierra, como nunca. Ha bebido la tierra, como siempre. De ella nos vendrán el pan y la tortilla. Quiero decir que de ella nos vendrá la vida. Del barril de la lluvia tomo en el hueco de mi mano un poco de esa agua bendecida, y es como si tomara en ella un poco de Dios.
¡Hasta mañana!...