Mirador 13/06/17
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Si vieras en estos días mis manzanos dirías que soy afortunado.
En estos días las ramas de mis manzanos se doblan por el peso de los frutos. Este año las heladas tuvieron piedad y misericordia de nosotros, lo mismo que el granizo y la sequía. Si no nos llega un inesperado mal tendremos esta vez manzanas para muchos paraísos.
Ya no es negocio la manzana, dicen. Pero sucede que para mí nunca ha sido negocio. Lo que en el huerto gasto vuelve a mí convertido en belleza y en memorias: la flor que casi ya no es blanca y apenas se atreve a ser color de rosa; el oro o púrpura del fruto… Y luego morder una manzana y poseer en ella la tierra, el sol, el agua, y todos los días de Dios que transcurrieron desde el pequeño brote hasta el logrado fruto.
¿Negocio? Que lo hagan quienes saben. Yo lo único que sé es mirar el prodigio y agradecerlo. Poco saber es ese, pero con él me basta. Con ese saber y ese sabor me basta.
¡Hasta mañana!...