¿Qué esperamos?
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Salvo el menos de 20 por ciento de ciudadanos que votaron por gobernador en el Estado de México y en Coahuila y que estuvieron del lado ganador, haiga sido como haiga sido, el resto de los mexicanos debemos estar bastante decepcionados de los procesos electorales.
Hago cuentas, y veo un ciclo de más de treinta años que nos regresa 360° al punto de partida. Si tomamos la elección de gobernador en Nuevo León en 1985 y los traumas que dejó, el País está regresando a algo parecido en 2017. Entonces se llamó fraude patriótico, ahora es un fraude bastardo, sin padre imputable.
No sabemos a quién echarle la culpa, pero podemos intentarlo. En Coahuila la culpa de lo sucedido parece ser principalmente del Instituto Electoral, por eso de las actas que desaparecieron por un rato; y por otra parte culpa de un PAN empleitado internamente que a pesar de los subsidios millonarios no ha crecido y, por lo tanto, no tiene ni siquiera gente suficiente para llenar los representantes de casillas.
Como dicen, la ocasión hace al ladrón y francamente no creo que el PRI les vaya a perdonar tan grave omisión. Mientras Anaya y Zavala se agarran de la trenza (metafóricamente hablando), el PRI se escuda en resultados producidos por autoridades de dudosa lealtad a los electores.
En el Estado de México, el culpable de lo sucedido es Andrés, porque no hizo lo necesario para concertar una alianza con sus excompañeros. Quizá se deba a que estos no le perdonan la traición al PRD. Así, pudiendo ganar juntos prefirieron perder separados.
Sin embargo, las alianzas produjeron resultados en las elecciones municipales de Veracruz y en Nayarit. Con ello, el PAN y el PRD demuestran que la separación ideológica que sirve de base a nuestro sistema de partidos ha sido totalmente falaciosa, como insistí en repetidas ocasiones desde hace años. Es absolutamente falso que los votantes se confundan si no se respetan esas demarcaciones artificiales.
Al regresar la desconfianza a los niveles de mediados de los 80, necesitamos repensar el “sistema de partidos” para cambiarlo por un “sistema electoral de ciudadanos, por los ciudadanos y para los ciudadanos”. Ya tiramos dinero a raudales en subsidios que para nada fructificaron; y los argumentos en favor del sistema actual se han derrumbado.
He estado rebotando la idea, que ahora sí se recibe con mayor convencimiento, de que hagamos un salto atrevido hacia elecciones usando Internet y teléfonos inteligentes.
La propuesta no está formulada. No se podría usar para 2018 pero sí podría ser parte de una propuesta para empezar a descartar todo lo que no sirve en este País. Tenemos mucho qué ganar y nada qué perder. Sería además mucho menos costoso que 15 mil millones anuales del INE.
El día de hoy niños de un año y medio, ya saben lo básico de usar un teléfono o tableta. Saben identificar y escoger la aplicación que quieren abrir. A eso se resume una elección, “point y click”. Si un bebé lo puede hacer, con mayor razón un ciudadano.
No sé qué estamos esperando para hacer algo sobre nuestra frustración con todos los partidos. No podemos negar que sólo cuando ganan y donde ganan están contentos. En cambio, la decepción ciudadana crece constante.
Como no supimos hacerlo bien hace treinta años, el ciclo de elecciones dudosas regresa a su punto de partida, sólo que ahora ya conocimos las angustias económicas, la inseguridad, y la violencia que produce tener pésimos gobiernos. Tenemos que actuar porque no tenemos suficientes reservas para aguantar el deterioro.
Escoger gobernantes debe y puede ser algo muy sencillo. El que quiere participar que se apunte y dejemos que la gente elija no entre ocho o diez, sino entre cincuenta o cien. Si nos modernizamos, los partidos serían ahora los grandes perdedores. ¿Qué esperamos para darles mate? Creo que se lo merecen.
javierlivas@prodigy.net.mxjavier livas