¿Qué pasó en Coahuila?
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1ER. TIEMPO.- Las traiciones en el tricolor. Desde que comenzó el proceso electoral en Coahuila se acordó que el responsable de sacar la elección sería el gobernador Rubén Moreira, un experto operador electoral, que trabajaría con su hermano Carlos, que controla al magisterio en el estado desde 2007. El gobernador impuso como candidato a su delfín, el exalcalde de Torreón, Miguel Riquelme, que competiría al frente de la coalición Por un Coahuila Seguro, que integraba al PRI, a los partidos Verde, Nueva Alianza, Social Demócrata Independiente, Campesino Popular, Joven y el de la Revolución Coahuilense. Originalmente Encuentro Social iba a sumarse a la coalición, pero ahí es donde comenzaron a darse cosas raras. El líder estatal del llamado PES, Eduardo Pacheco, recibió instrucciones en la Ciudad de México de jugar con el PRI, pero tan pronto llegó a Saltillo, con quien hizo alianza fue con el PAN, y respaldó a su candidato Guillermo Anaya. Los dirigentes de Encuentro Social tienen un chat en WhatsApp en donde comenzó a revelarse la traición. El primer mensaje que puso al descubierto lo que estaba haciendo Pacheco fue con una serie de metáforas bastante agresivas, donde mencionaban que “un cerdo” se había salido del corral en Coahuila, pero que lo iban a aplastar. Pero Pacheco no había actuado de manera independiente. El lenguaje cifrado en los mensajes fue rápidamente decodificado como el principio de ruptura entre el gobernador Moreira y el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el jefe informal de Encuentro Social. El choque, a decir de quienes siguieron este pleito soterrado que no ha salido a la opinión pública, se originó en un conflicto que venían arrastrando los dos, en buena parte por los rangos de autonomía del gobernador que no gustaban al secretario. La convicción dentro del equipo del gobernador era que no sólo se enfrentarían al PAN, sino al gobierno federal, entendiendo que si el secretario de Gobernación actuaba de esa forma, no era sin la autorización de Los Pinos. Moreira decidió entonces romper con el gobierno en cuanto a los apoyos que iban a enviar para la campaña y no aceptó los programas sociales federales. Se encerró en Coahuila y luchó contra el PAN. En su imaginario quedó que el gobierno federal había hecho una negociación con el PAN: a cambio de la victoria del PRI en el Estado de México, le darían a la coalición panista en Coahuila y Nayarit la victoria. No contaban con el gobernador, que se les metió en medio.
2DO. TIEMPO: La segunda traición. Cuando el gobernador de Coahuila, Rubén Moreira, acordó con el presidente Enrique Peña Nieto que él manejaría el proceso electoral en el estado, hizo una petición expresa: que no apoyaran a su hermano Humberto, exgobernador y exlíder del PRI, que buscaba una diputación local. Para sorpresa del gobernador, su hermano Humberto fue postulado por un partido protopriista, el Partido Joven, y comenzó a hacer mucho ruido en el escenario electoral coahuilense. Rubén se enfureció. Humberto comenzó a dejar claro que si se ganaba la gubernatura, no con el PRI, por supuesto, él podría ser capaz de controlar al Congreso local, incluidos los priistas electos, y de esa forma él, y sus padrinos en la Ciudad de México, controlar al gobierno estatal. La batalla de los hermanos fue rabiosa y el gobernador pudo evitar que su hermano ganara la diputación local y llegara al Congreso del estado. Humberto Moreira, quien trabajó con los gobernadores Peña Nieto y Miguel Ángel Osorio Chong para alterar las convocatorias para la candidatura presidencial del PRI en 2011, cuando él era dirigente nacional, no pudo alcanzar su objetivo pese al apoyo que había recibido de la Ciudad de México, cada vez más claro, en el pensamiento del gobernador, que venía directamente de la Secretaría de Gobernación. El candidato frustrado se fue a los medios para acusar a su hermano de ser un “tirano” y de haberse robado la elección. El pleito entre los hermanos es viejo, desde los primeros meses de gobierno de Rubén Moreira, salpicado por amenazas y asesinatos —el del hijo de Humberto—, y marcado por una ruptura en el seno de la familia. En medio de ellos quedó el candidato priista Miguel Riquelme, que cuando quedó claro el apoyo de la Secretaría de Gobernación al PAN, buscó a Osorio Chong para explicarle que su gobierno no sería como el de su promotor, y que tampoco sería una marioneta del gobernador saliente. Riquelme se curó en salud, y continuó haciéndolo el domingo pasado, cuando declaró que ni era Rubén Moreira, ni su gobierno se asemejaría a él. Demasiadas maromas para el gobernador electo que, en esta elección, fue un personaje secundario.
3ER. TIEMPO: La traición también fue de Anaya. Tan seguro estaba que iba a ganar la elección en Coahuila, que la derrota no la ha podido digerir. Estaba confiado en que sus negociaciones en la Ciudad de México le iban a dar el espacio que necesitaba para aprovechar la jornada electoral del 4 de junio como trampolín para consolidad su eventual candidatura presidencial. Pero el revés que tuvo Ricardo Anaya, presidente del PAN, fue tan inesperado y grande, que cometió errores importantes. El principal fue ordenar que todos sus representantes se levantaran de las mesas en donde se realizaba el cómputo oficial de las elecciones y que sabotearan el proceso de contabilizar los votos. Su lugarteniente, Damián Zepeda, explicó que era una protesta contra lo que llamaron el fraude electoral. El voto continuó contándose porque haber protestado de esa forma no impedía el proceso de contabilidad. Al día siguiente, consumadas las cosas, regresaron a las mesas en las secciones electorales, pero era demasiado tarde. El voto contabilizado daba la victoria al priista Miguel Riquelme. Anaya dijo que impugnarían las elecciones en Coahuila y que irían a tribunales. Lo que no ha dicho, ni dirá, es que es una bufonería, porque existe el precedente en el Tribunal Electoral que no se puede impugnar aquello que en su momento no fue motivo de una protesta. Es decir, si no impugnó el conteo del voto en las secciones electorales, no tendrá valor alguno que lo haga en el Tribunal Electoral porque él mismo, con su arrebato, se cerró la posibilidad de que se anularan las elecciones. Anaya tendrá que responder por su equívoca decisión ante los propios panistas, que llegado el momento tendrán toda la autoridad para reclamarle por qué se levantó de las mesas de suma de votos con lo que canceló el sustento jurídico de una impugnación. ¿A quién buscó beneficiar? Si este fuera el caso, la respuesta sería sí. ¿Apoyó entonces al PRI? Por la forma como se conduce, parece un líder despechado y no un cómplice. Por tanto, una equivocación que le costará al PAN el gobierno de Coahuila, será por lo que tenga que rendir cuentas próximamente.