¿Quieres estar feliz todo el tiempo?

Es cierto que todos los seres humanos anhelamos hallar la felicidad. ¿Quién no quisiera ser feliz en todo momento? Pero la vida no es así, ¿verdad?, tal vez porque ese no es su fin. Si nunca sintiéramos pena y desdicha, ¿daríamos valor a la felicidad; o tan siquiera la reconoceríamos? El líder religioso James Faust lo expresó de este modo, “La felicidad no nos llega en un paquete que abrimos para consumirla. Nadie es feliz 24 horas al día, siete días a la semana. En vez de pensar en un día entero, quizá debamos saborear la felicidad en pequeños trozos, llegando a reconocer sus componentes, y a atesorarlos mientras duren”.

Tal vez ese sea el secreto de nuestra búsqueda de la felicidad —disfrutar pequeños trozos de ella cuando llegan. A lo mejor esto no es tan difícil ni vago como parece. Es cierto que hemos tenido suficientes experiencias personales y consejo divino para saber que hay cosas que podemos hacer y hábitos que formar que —aunque no nos garantizan la felicidad— por lo menos aumentan la probabilidad de que llegue.

Si le preguntamos a alguien que parece ser genuinamente feliz, nos dirá que eso es algo que uno decide ser —a veces, a diario—; o sea, ser positivos en lo que pensamos, decimos y hacemos; buscar lo bueno en los demás y, en ciertos casos, pasar por alto lo malo.

Al hacerlo, hallaremos momentos de dicha y pequeños trozos de felicidad a nuestro alrededor. Un hombre descubrió cuánto le reconforta escuchar buena música. Una familia trata de observar la puesta del sol todas las tardes. Una mujer halla felicidad en hacer al menos una buena acción por otra persona cada día —por medio de un texto o una llamada, para ver cómo está un ser querido—. Todos son breves momentos, pero se suman para ser grandes tesoros.

Nuestra búsqueda de la felicidad puede ser igualmente sencilla. Con el tiempo, veremos que la felicidad está frente o aun dentro de nosotros, en breves momentos y en trozos pequeños.