‘Una vida conmocionada’
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Etty Hillesum es una joven que gracias a sus profundas reflexiones compartió la esperanza al mundo entero en una época de odio y muerte
Ayer se conmemoró el domingo de la resurrección de Cristo, celebración que representa la piedra angular del catolicismo y significa el paso de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad.
Esta semana es un buen tiempo para reflexionar, para “llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida”; por ello, invité a este espacio a Etty Hillesum, una joven mujer que no solo encontró la encontró la luz en su vida sino que, gracias a sus profundas reflexiones dejadas en su diario “Una vida conmocionada”, también compartió la esperanza al mundo entero en una época desbordada de odio, guerra y muerte.
Vértigo por doquier
Hoy las imágenes nos rodean: somos contemporáneos de una realidad en donde el poder lo da la imagen, en donde lo efímero y la inmediatez están en lo alto; en donde la información visual penetra directamente en la sensibilidad y afectividad de las personas creando valores y pautas de conducta; en donde se llega a despreciar el ejercicio de la razón; en la cual existe una tremenda deshumanización, una desbocada violencia y una creciente crisis existencial.
Somos espectadores que existimos en una época en la cual, mayormente, nos enfocamos en adquirir conocimientos prácticos que conducen a la eficiencia y efectividad que fácilmente puedan convertirse en resultados y por consecuencia en remuneración económica.
Habitamos un mundo en donde pareciera que la verdad ya no inspira. En donde predomina el vértigo, en donde el hombre sigue siendo el lobo del hombre, en donde nosotros mismos nos condenamos.
Ante la violencia, agresividad, desprecio por la vida humana y la soledad, sería bueno rencontrar valores perdidos; para ello existen testimonios de vida que nos pueden ayudar, que son inspiradores, que defienden la esperanza de la vida por la vida.
Biografía rescatada
Muchas personas han leído el libro de Ana Frank; diario que narra el pensamiento y experiencias vividas de esta valiente niña judía que durante el holocausto, junto con su familia, permaneció escondida en un desván a fin de escapar de los brutales e inhumanos nazis que se habían apoderado de Ámsterdam, para finalmente ser descubierta y enviada al campo de concentración de Auschwitz donde murió en 1945.
Pero creo que pocos conocen el diario de la holandesa Etty Hillesum, mujer judía que a los 28 años también falleció víctima del infierno de Auschwitz.
Este diario pone de manifiesto la manera en que Dios puede ser encontrado en medio de los más terribles holocaustos, como también le sucedió a Immaculee Ilibagiza, en el drama que padeció en su país natal Rwanda, y que luego recoge en un vivificante libro llamado “Sobrevivir para contarlo”.
Bálsamo de esperanza
El diario de Etty narra la vida y evolución de esta joven mujer. Cabe mencionar que la obra es un referente ético del Siglo XX, como lo comenta José Ignacio González Faus en su libro Etty Hillesum. Una vida que interpela:
“Parece imposible que el diario, que comienza con los clásicos problemas de una muchacha «postmoderna» de hoy (vida sexual muy libre, aborto, malas relaciones con sus padres, depresiones, bulimia...), termine convirtiéndose en una auténtica oración, en un encuentro con Dios que rebosa hasta proporcionar un sentido a su vida en medio del mayor sinsentido de la historia y que la convierte (en expresión suya) en «bálsamo derramado sobre tantas heridas»”.
El diario refiere una experiencia espiritual y religiosa asombrosamente vivida desde la perspectiva del dramático sufrimiento derivado de la persecución nazi. El propio José Ignacio al respecto comenta: “las reflexiones sobre el amor, sobre la mujer, sobre las relaciones humanas y sobre las posibilidades latentes en la profundidad de todos los seres humanos hacen que el lector se identifique con ella y se pregunte cómo pudo darse una evolución tan asombrosa en tan poco tiempo”.
Es destacable como una joven mujer discriminada afronta, mediante la conversión religiosa, el drama que intempestivamente le vino encima.
Cambiar el corazón
Se cuenta que Etty estaba obsesionada por sí misma hasta que los nazis aparecieron y entonces empieza a experimentar una metamorfosis, un camino de total interiorización como ella misma lo describe:“Y ahora parece que los judíos no podrán más entrar en los negocios de fruta y verdura, que deberán entregar sus bicicletas, que no podrán subir más a los tranvías ni salir de la casa después de las 8 de la noche (…) Me siento simplemente muy triste, y entonces esta tristeza busca confirmación. No son nunca las circunstancias exteriores, es siempre el sentimiento interior –depresión, inseguridad, etc. – que da a estas circunstancias una apariencia triste o amenazante. En mi caso, funciona siempre del interior al exterior, nunca viceversa. A menudo las disposiciones más amenazadoras – y son muchas actualmente - van a quebrarse contra mi seguridad y confianza interior, y una vez resuelta dentro de mí, perdono mucho de su carga temerosa”.
‘Mi aceptación’
En julio de 1942, cuando presentía su agonía, escribió: “no es resignación ni falta de voluntad, y no dejo de experimentar el elemental desdén moral por el régimen que trata así a los seres humanos. Pero lo que nos ocurre es demasiado grande, demasiado diabólico, para que reaccionemos con rencor y amarguras personales. Sería una reacción pueril, sin proporción con la fatalidad de los acontecimientos”.
Contundente manera de expresar la magnitud del sufrimiento que los judíos padecían, pero sin dejar que esta realidad erosionara su alma, sin permitirse que el odio se convirtiera en su estandarte de vida.
Buscadora de Dios
Tratando de encontrarse a sí misma, Etty se convierte en indagadora de Dios: “dentro de mí hay un pozo muy profundo. Y ahí dentro está Dios. A veces me es accesible. Pero a menudo hay piedras y escombros taponando ese pozo y entonces Dios está enterrado. Hay que desenterrarlo de nuevo. Me imagino que hay gente que reza con los ojos dirigidos hacia arriba. Ellos buscan a Dios fuera de sí mismos. También hay otras personas que agachan la cabeza profundamente y que la esconden entre sus manos; creo que esa gente busca a Dios dentro de sí misma”.
Ayudar a Dios
“Corren malos tiempos, Dios mío. Esta noche me ocurrió algo por primera vez: estaba desvelada, con los ojos ardientes en la oscuridad, y veía imágenes del sufrimiento humano. Dios, te prometo una cosa: no haré que mis preocupaciones por el futuro pesen como un lastre en el día de hoy, aunque para eso se necesite cierta práctica… Te ayudaré, Dios mío, para que no me abandones” (…) Tú también vivirás pobres tiempos en mí, Señor, en los que no estarás alimentado por mi confianza. Pero, créeme, seguiré trabajando por ti y te seré fiel y no te echaré de mi interior“.
Ante el sufrimiento
Etty cree que la dignidad humana no se pierde por el hecho de sufrir, sino por el modo en que sufrimos.
“A pesar de todo, la vida está llena de sentido (…) La vida y la muerte, el sufrimiento y la alegría, las ampollas en mis destrozados pies y el jazmín detrás de mi casa, la persecución, las innumerables crueldades sin sentido: todo eso está dentro de mi como una fuerte unidad, y lo acepto como un todo (…) Suena casi paradójico: cuando uno deja fuera de su vida la muerte, la vida nunca es plena; y cuando se incluye la muerte en la vida, uno la amplía y enriquece”.
Vida plena
Etty, desde el dramatismo de su vida y época, abre a los jóvenes de hoy el poder de esperanza, junto con un testimonio repleto de valor, ética y sentido de trascendencia.
Ella hace evidente la profunda necesidad que para los jóvenes, de todos los tiempos, tiene el ejercitar una experiencia religiosa madura a fin de disfrutar una vida plena, equilibrada, repleta de significado y sentido. Y esto sucede, precisamente, cuando sin ambages dejan entrar a Dios en sus vidas.
cgutrierrez@itesm.mx
Tec de Monterrey
Campus Saltillo
Programa Emprendedor