Mujeres y arquitectura: Visibilidad en una disciplina aún liderada por hombres
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“Como las olas que se alzan y blanquean del mar de Izu,
continuemos queriéndonos alborotadamente”
Manyoshu.
En el marco del Día Internacional de la Mujer, del premio Pritzker y de tantos sucesos que acontecen de manera invisible a favor y en oposición a las mujeres en nuestro país y en el mundo; surge la necesidad de seguir generando conversaciones en este sentido. Desde la arquitectura, que es una disciplina y un oficio liderado en su gran parte por hombres, es importante visibilizar que, en todos los aspectos, no solamente como líderes sino también como trabajadoras o parte de un equipo, las mujeres son y han sido piezas clave en la realización de proyectos, construcciones, obras públicas y privadas; gerentes de proyectos, jefes de departamento, dibujantes, gestoras o administradoras. A lo largo de mi experiencia profesional, he conocido grandes mujeres, excelentes académicas, teóricas, servidoras públicas, arquitectas de casco y zapatos de seguridad pero también de lápiz, papel y Autocad. Todas y cada una de ellas son eslabones en la cadena de producción y trabajo, que constituye la compleja realización de un proyecto arquitectónico, que va desde su concepción hasta su construcción y utilización.
La primera mujer egresada de la carrera de arquitectura en México, comenzó su formación en el año de 1933, formó parte de una generación de arquitectos que constaba de 113 personas, de las cuales solamente 5 eran mujeres. Su nombre es María Luisa Dehesa Gómez Farías, nacida en 1912. Originaria de Xalapa, Veracruz, tuvo que cambiar de residencia al ingresar a la Real Academia de San Carlos para estudiar arquitectura. En el México post revolucionario, el proyecto que presentó para titularse, tenía el propósito de construir un cuartel militar el cual incluía viviendas para que los soldados pudieran estar con sus familias dada la problemática de abandono y alto índice de criminalidad entre los hijos de los oficiales; su aporte principal fue precisamente el tomar en cuenta a las mujeres e hijos de estos, lo que le valió la mención honorífica de su proyecto y el cambio de perspectiva acerca de la vivienda en ese momento histórico.
El premio Pritzker, por otro lado, es un galardón iniciativa de la Fundación Hyatt, que se le otorga en vida al arquitecto o arquitecta por su talento, visión, compromiso y por haber cambiado de alguna forma la manera de ver la disciplina, no solamente desde el ámbito estético. El premio se otorga cada año desde 1979, por lo que al día de hoy se han hecho acreedores a esta presea 45 arquitectos, de los cuales 6 son mujeres: Carme Pigem (1981), Zaha Hadid (2004), Kazuyo Sejima (2010), Yvonne Farrell y Shelley McNamara (2020) y Anne Lacanton (2021).
Pero más allá de los premios y reconocimientos públicos, la importancia de visibilizar el trabajo e impulsar la equidad en cualquier medio de subsistencia debe ser hoy un tema de conversación que derive en acciones; no pretendo hacer un discurso feminista, sin embargo, he padecido en carne propia esta falta de empatía y desigualdad y estoy convencida de que todos los seres humanos, merecemos oportunidades y la remuneración en recompensa a nuestros esfuerzos y luchas diarias de una forma equitativa.
Así como María Luisa Dehesa, existen en Latinoamérica y alrededor del mundo mujeres ejemplares, no nada más dentro de la disciplina de la arquitectura, sino en todos los ámbitos, contribuyendo a la realización de espacios y urbes para las generaciones venideras, tomar en cuenta el valor de proyectar y construir con la idea en nuestra cabeza de que el usuario (sea cual sea su raza, sexo, género, condición económica, social o física) es lo más importante a la hora de edificar. Visibilizar el trabajo, las acciones emprendidas en pro de las mujeres y de todos como comunidad es, el día de hoy, una tarea que nos preocupa pero sobre todo, nos ocupa.